Teletipos, manuales de estilo y cafecito negro

Retazos de vida periodística son huellas del trabajo diario desde los años setentas
  • lunes 06 de mayo de 2024 - 1:00 AM

Fue una mañana de esa década de 1970. Llegué a lo que sería, por primera vez, a un trabajo formal de periodista. Un señor de nariz pinocha, llamado Eugenio, me recibió. Me mostró mi herramienta de trabajo, un teletipo que tiraba una incasable tira de papel perforada de color amarillo. Y al ver mi asombro de neófito, me dice con sonrisa sardónica: “Eso no es lo difícil, es hacer la noticia, el tema”.

Aquel inicio fue resultado de una propuesta que hiciera el mismo Eugenio (Pontón) a la Escuela de Periodismo y que acogió el profesor Hipólito Donoso. “En la Agencia Acan-Efe, requieren un reportero o reportera”, nos dijo. Y así, July Barrios, José Garrido y yo nos encaminamos al edificio Atalaya, uno de los escasos aspirantes a rascacielos de la capital panameña en esa época. A pocos días, mis compañeros desistieron y yo asumí mi cruz.

Eugenio me entregó un manual de estilo de la Agencia, de cuya práctica se encargaba Antonio Martínez, un colombo-español , de mostachos gruesos y con visibles cicatrices de acné, repetitivo en pedir disculpas disgustado y quien no se saciaba de tachar mis textos con lápiz negro en mano y reducir las noticias a telegramas.

Tuve que asumir tenacidad. Era un reto a mi miopía agresiva y una tendencia a la dislexia. Además, en esa época las alternativas laborales para el periodismo escrito se limitaban a la Editora Renovación (ERSA), brazo informativo de la entonces Guardia Nacional y el denominado proceso revolucionario. O mas bien, “había que cuadrarse”, me dijo un amigo periodista que laboraba en uno de sus diarios.

La década de 1970 fue exuberante en noticias. La agencia, ligada a la agencia Efe (de España) tenía entre sus prioridades la política española. Recuerdo hubo mucha actividad noticiosa tras que el 12 de octubre de 1975, el dictador español Francisco Franco, sufriera un infarto. Así que los teletipos retumbaban en noticias.

Día a día, las jornadas parecían interminables. Como novato, debía cerrar la actividad noticiosa. Ausente de estipendio alguno por esas horas extras, solo me quedaba el agotamiento de aquel enredo noticioso en el que tenía editar, ser reportero y atender las caídas del sistema de microondas y el volumen noticioso., sumado a desenredar las tiras de las cintas perforadas que salían de los teletipos.

Ese mismo año, Panamá entra formalmente en el Movimiento de Países no Alineados, un bloque del Tercer Mundo, en que el país centroamericano veía la oportunidad de recibir el apoyo para la devolución del canal y el retiro de las bases militares de Estados Unidos del área canalera.

También ese año, se da la Declaración de Panamá, otro espacio en que los presidentes de Colombia, Costa Rica y Venezuela, dan un respaldo a Panamá, a través de su jefe de gobierno, Omar Torrijos, sustentado en que la “cuestión del canal de Panamá es de interés común para la América Latina”.

En Navidad o Día de Reyes, no faltaba al menos dos botellas de cogñac, además de wiski o vino y llegaban mensajeros con algún regalo para los preferidos(tema de jerarquía)., casi siempre, eran perfumes Tous 1920 The Origin o Victorio y Lucchino Agua Masculina, o bien Givenchy con aromas de la época.

En los días diarios, Eugenio y Antonio inundaban el ambiente con boconadas de humo de los tabacos y cigarrillos negros cubanos marca Cohiba, sus preferidos. Era un fumador pasivo con afectación de mi garganta , y además, aquella humareda me producía rinitis. Las quejas, se disipaban.

En este ejercicio informativo de intereses geopolíticos, reverdecieron en mi los conceptos del comunicólogo Xifras heras, en su obra Información-Análisis de una libertad frustrada: “Lo que se exige al periodista no es objetividad metafísica, sino honestidad profesional, es decir la verdad”. Y tras mi ejercicio periodístico en la agencia, me dije: “esto es una quimera”.

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